Hay palabras similares, que son casi iguales en su pronunciación, y aunque son totalmente diferentes, podríamos usarlas en la misma frase sin darnos cuenta.
Por ejemplo: felicitaciones. Siempre que veo esa palabra el auto corrector de mi cerebro lee felaciones. Esto debe ser por culpa de escribir sin vocales en la época del Windows Messenger… En esta siguiente frase sabrás de lo que hablo:
Ante la multitud de felicitaciones que recibí ayer por ser el día de mi cumpleaños y como no sé si os contesté a todos os doy las gracias a todos y que sigamos viéndonos en este medio durante muchos años.
El problema no es al leerlo porque es sólo una pequeña desilusión pasajera, el problema viene cuando estás en casa de los suegros y se te escapa sin más. La cuñada se ruboriza, la suegra se cela, la novia se enfada, el suegro se extraña, el cuñado levanta las cejas tú sigues sin darte cuenta creyendo que te está pidiendo una cerveza.
Estos son los pequeños detalles de la vida que te van destruyendo la existencia conyugal, y así es como empiezan las guerras de clanes. Y no sirve de nada pedir perdón porque como la frase era tan, tan natural, pensarán que ha sido un arrebato de sinceridad. Por favor sinceridad, si lo único sincero que se puede decir en una frase que contenga «felicitaciones» sólo es el punto final.
Lo peor de todo es que a pesar del empeño volverá a pasar, y sólo ruegas que no pase con «cajones y cojones», en esa frase de: tengo los cajones llenos a reventar, saca la ropa.
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