Cuesta pensar que el título de este artículo es verdad (sabiendo que la verdad no existe) ya que en cuanto ha sido posible, el humano intentó someter a otros humanos y dominar su entorno. Las guerras, ya sean por ofensa o interés nunca han tenido vencedores si no perdedores, y el poder que da el dinero genera más ímpetu.
Aunque pasen los años que pasen, seguiremos haciendo guerras para satisfacer a nada en nuestra evolución y seguiremos ignorando las necesidades de otros porque somos generosos sólo cuando lo merecemos. Entonces ¿Esto es la evolución, el ser humano avanza en su mejora a través de la violencia y dominación? Si se lo preguntamos a la cadena alimentaria nos dirá que estamos en lo más alto, así que ya que nadie nos come, nos tenemos que comer entre nosotros. La naturaleza es sabia pero, con nosotros se le fue de las manos…
Antes que llegar a las conclusiones de la autoexterminación, miremos en un niño con altas capacidades. Ya sabes, ese niño con un cociente intelectual entre 120 y 130, que no es un «superdotado» pero sí tiene las necesidades y pensamientos similares. Tienen una sensibilidad especial por su entorno. Todo lo que ocurre a su alrededor les preocupa y les duele de manera especial. Lo más impactante es ver a un niño de dos o tres años preguntando qué es la vida o la muerte. Las preguntas que se hacen, las dudas existenciales que tienen y su obligación a encontrar la respuesta son mucho más complejas tanto para ellos como para quien los rodea ya que en la mayoría de los casos no existe una respuesta clara ni definitiva y, su instinto siempre conduce al bien y la coherencia con el mundo. Es algo que cada vez vemos menos ya que una muerte masiva es una noticia en la tele, un país arrasado por bombas es una tarde de tertulia en la radio y así. Estoy seguro que en el futuro, ese futuro al que nunca llegarán los hijos de nuestros hijos de nuestros hijos de nuestros hijos de …, …, …, …, hijos, las guerras se librarán en el Call of Duty desde la playstation o serán maratones de rap y la cárcel será una biblioteca gigantesca donde los años de condena los pagarán en horas de libros leídos sobre el amor.
Mientras los partidos políticos se sigan llamando «oposición» entre ellos, la medicina seguirá siendo un negocio, el dinero un arma, las guerras un atajo y las palabras se las llevará el viento.